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Volver a Nacer: Segunda Parte.

  • Writer: Aquilino Rizoma
    Aquilino Rizoma
  • Sep 19, 2018
  • 3 min read

¿Para nacer es imprescindible tener consciencia? ¿Consciencia se tiene o se es?



Si esto es un hombre – autorretrato 2017

Quizá parezcan preguntas retóricas, pero hoy no lo son. Diremos que la consciencia nos tiene a nosotrxs. Esa posibilidad de afirmarnos con vida es lo que permite un discurso sobre el nacer. Nacer, entonces, es algo distinto a gestar y parir.


Nacer implica un reconocimiento social, la ocupación de una identidad, estar bajo la cobertura de un nombre, un lugar de nacimiento, una posición en la estructura social, una historia infantil. Nacer es una concepción en la cual se prescribe un pasado. Nacer no es un momento presente para las personas.


Nacer en la propia vida es la construcción narrativa de otras vidas, las vidas de dos personas o más que son las dadoras del contexto socio-cultural y que suelen ser catalizadores de la encarnación de la fuerza energética.


Esa construcción narrativa se da a partir de un lenguaje impuesto y, a pesar de la alfabetización como esfuerzo social e institucional, suele ser un lenguaje represivo, mutilante, cargado de culpa y deuda.


El lenguaje es impuesto, no en términos de el idioma particular, que puede de por sí tener historias desgarradoras y genocidas en sí mismo, sino lenguaje impuesto desde la forma en la cual nos es enseñado, en esa forma en la que aprendemos a nombrar lo innombrable, dándole una estructura específica a nuestra subjetividad, a nuestra percepción.


De ahí que es que se desprende parte de lo represivo del lenguaje, porque se da una asociación automática entre quienes somos y nuestro nacimiento, como si el hecho físico-material y el contenido contextual fueran uno y lo mismo. Esa asociación automática es inherente no a la vida, sino a la estructura impuesta a nuestra subjetividad.


Ahora, la represión aprendida nos lleva a una constante mutilación de nuestra fuerza energética, donde nos obligamos a callar todo lo que no esté codificado según el entramado impuesto.


Como complemento de ese conjunto, el nacer no es planteado como un acto natural de la expansión energética, sino que en este mundo cruel y humano el nacer implica una deuda con la familia, con el Estado, con Dios, y como esa deuda es infinita, insondable, y eterna, desde el relato del nacer se enquista la presencia constante de la culpa, del no poder nunca saldar esa deuda.


El resto de nuestros días intentaremos saldar lo imposible, querremos contribuir de una u otra forma al pago de la deuda, y la culpa nunca se irá, sólo podremos pasarla hacia adelante. A menos que rompamos la cadena narrativa. Entonces, quizá podamos gestar naceres por fuera de ese entramado, fuera de ese lenguaje y toda la estructura.


Nuestra vuelta a nacer estuvo en relación a la ruptura de esa cadena; ha implicado romper con el lenguaje aprendido, con el procesamiento del mundo desde la estructura planteada por ese lenguaje; ha sido también un romper con la construcción narrativa de nuestra encarnación energética, y con todo lo relacionado a la culpa y a la deuda.


En eso hubo una necesaria ruptura con la identidad, desde distintos planos, siendo la concepción de nuestro ser como migrante una parte fundamental. Creemos que es necesario para la expansión el poder romper con la cárcel del amarre de un Estado-Nación como determinante de nuestras posibilidades. Esto seguramente no sea igual para gringos o alemanes; pasa igual con puntos sociales, la posibilidad de romper con el contexto de nacimiento seguro no surte los mismos efectos sobre las personas nacidas en distintos estratos socio-económicos.


Ahora, hay cosas que están más dentro del mundo micro de cada quien, que hacen la identidad. Cosas cotidianas que nos definen. Una de esas cosas son los vicios y los gustos. Esas cosas que crees controlar o que te controlan pueden ser cambiadas pero requieren de mucho esfuerzo consciente y proceso constante; tienen un fuerte impacto en la ruptura identitaria. Dejar de comer o tomar equis cosa, cambiar algunas rutinas, empezar otras, comer con la mano contraria, hacer del lado dominante de la corporalidad el opuesto al naturalizado, entre otras cosas, como expandir nuestro vocabulario, esas palabras con las que nos narramos.


Otro paso, en relación a las palabras, fue romper con la automática relación de existencia y palabras. Así, por dos años nos planteamos sacar de nuestro campo energético las palabras gracias, perdón/disculpa, amor y por favor. Decidimos sacar esas palabras por la importancia que se les da desde un nivel moral en lo social-cotidiano, pero que funcionan como una suerte de emoticones del Siglo XX, donde ya no se sabe bien qué expresan pero como se sobreentienden, vaciadas de sentido dialógico, como quien escribe LOL sin reírse. Pero será para la próxima entrega de Desconocimiento Personal donde profundizaremos en estas palabras y en esta parte de nuestro proceso.


 

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