Negra de Wendy Guerra / Reseña-no-reseña: Sazón Caribe.
- Aquilino Rizoma
- Sep 16, 2018
- 3 min read
Updated: Sep 17, 2018
Negra de Wendy Guerra la leí en tres días. Me acompañó cuando caminaba de la casa al metro, me acompañó en los vagones, en las transferencia de línea, en las colas de espera infinitas para legalizar y retirar documentos burocráticos necesarios para sentirme más calmo durante esta migración constante y mi nacionalidad venezolana con más de 5 años sin pasar por Go.

Negra más que acompañarme me atrapó. Como presa de uno de sus «trabajos» estuve esos días.
En Negra Wendy Guerra se ganó muchas críticas, por lo que ella dice que fue sacar afuera esos mundos íntimos de Cuba, que es parte de los mundos íntimos del caribe también. Los «trabajos» que están en distintos momentos cumbre de la novela, que se entrelazan a la historia, y que forman parte, más que de un depositario cultural, de una narrativa contemporánea con la que como procedente de un país caribe en conflicto con el fantasma del imperialismo y criada en la idealización de lo extranjero me sentí compenetrado con la escritora, con la protagonista, con la herencia de quienes no somos de familias europeas y con el dolor de quienes empatizamos con los feminismos.
Desde que empecé a hacer una lectura más woken una de mis escritoras latinoamericanas predilectas y recurrentes ha sido Wendy Guerra. Entré a su lírica gracias a mi afición con Anaïs Nin, porque Guerra tiene un diario apócrifo novelado de ella que se llama Posar Desnuda en La Habana, de los tiempos en los que Nin vivió en Cuba y cuenta de su familia isleña. Luego me llegó Domingo de Revolución, y Todos Se Van. Novelas con las que seguí descubriendo ese calor caribeño que acompañé con Rita Indiana, con Lezama Lima, con René del Risco, con Frank Báez, y con el igual caribeño Junot Díaz, aunque el tinte de sus letras ya tiene otro ritmo, manteniendo la caribeñidad quizá en algo más cultural que en esa cierta densidad que le siento a las palabras caribe. Y sumo a uno que me presentó una amiga que lee un montón al regalármelo de cumpleaños, que fue Rey Andújar con su novela Gestos Inútiles, cargada también de esa ilación caribe.
Y así, después de cuatro novelas de Paul Auster, ya mi corporalidad me exigía una mujer caribe, entonces me topé con Negra en el librero de una de las amigas que me dio techo en mi vagabundería erradicada contemporánea, un amigo dominicano le había prestado esa copia de la novela firmada por la fantástica, genial y sensual Wendy Guerra. Su letra escrita a tinta se correlaciona totalmente con su cuenta de Instagram, en la que se saca selfies en distintos países, toma fotos de Cuba y sube #tbt’s que complementan esa isla que cuenta en sus novelas y en sus entrevistas.
En Negra está la presencia de la nacionalidad, de la madre, del ser mujer, del ser hija y nieta de mujeres, del ser negra y del tener una herencia espiritual, todo envuelto en el mejunje de un país comunista del caribe, de la realidad de la vida, de los fantasmas que heredamos que no se remiten al ámbito espiritual solamente, y que tiene un gran peso social, político, de género.

En Negra se devela claramente cómo lo común es tan absurdamente aceptado: la violencia machista, el racismo, la violencia y la ineficiencia política, la desgracia de la nacionalidad; al mismo tiempo que se pone en evidencia lo necesario de integrar a estas sociedades prestadas en las que nos han parido todas nuestras creencias, a las que se esmeran en hacernos creer que son meras supersticiones, que en realidad es parte de nuestra intuición, de nuestra potencia y de nuestra manera de hacerle frente a este mundo ficción.
Toda esta energía me la traspasó Wendy Guerra en tres días, en una novela que da gusto leerla, como me ha pasado con todo lo que he leído de ella.
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