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4321 de Paul Auster / Reseña-no-reseña: La Soledad es Absoluta.

  • Writer: Aquilino Rizoma
    Aquilino Rizoma
  • Sep 9, 2018
  • 7 min read

189 días me tomé para leer 4321. Las vidas de los 4 Archibald Isaac Ferguson. 189 según la numerología nos lleva al número 9 (189=1+8+9=18=1+8=9), que es el número de los cierres, los fines de ciclos. Y por puro gusto esperé hasta hoy (día nueve del mes nueve) para publicar esta reseña-no-reseña.


Retrato por Una Gata Fractal. Agosto 2018.

Empecé la novela el 16 de febrero de 2018. Había arrancado el año queriendo «superar» la cantidad de lecturas literarias del 2017 –no contando lecturas filosóficas o científicas– que sumaron 20. Número redondo, mismo número que en numerología tiene el 16-02-2018 que lleva al 2 (20=2+0=2), que tiene que ver con las relaciones, con ir más allá de una y su soledad.


La soledad en Paul Auster es un tema. Por un lado enmarca su obra, sus personajes. Por el otro, también incluye el proceso de lectura, a quien lee, pero esa soledad lectora se sostiene por la ambivalencia de poder escuchar la voz del autor al leerle, al menos en Inglés sucede así, la voz de Auster te acompaña en tu soledad.


4321 es una novela, y un experimento logrado. Es un libro que sale del libro. Encariñarse con un personaje es una cosa, pero encariñarse con los cuatro Ferguson es casi como el juego que haces cuando te encariñas contigo misma una y otra vez ante cada cambio radical que encarnas. 4321 permite sentir la compañía que te haces a ti misma cuando eliges dejarlo todo para permitirte mutar. Es esa aceptación de que ante una única posibilidad de vida, cualquier identidad es azarosa, cualquier despojo de cualquiera de nuestras identidades implica un duelo tan real como el duelo que puedes tener por tu virginidad, o el duelo que puedes tener por la pérdida de tu salud física a causa de una enfermedad crónica y cualquier otro duelo que puedas tener de algo que te vaya a acompañar el resto de tu encarnación del futuro y que quizás no sea comprendido por otras personas, porque esos duelos son más difíciles de compartir que el duelo por la muerte de una persona cercana.


Para hablar de este experimento es necesario tener en claro la estructura de la novela. El inicio es sobre cómo se conocieron la madre y el padre de Archie, y llega hasta su nacimiento, ese es el capítulo cero. Luego empiezas el capítulo 1.1, el siguiente es el 1.2, 1.3, 1.4 hasta volver al 2.1. Así que hay Archie 1, 2, 3 y 4, pero sin dejar de ser una misma entidad. Lo que surge, lo que brota en cada historia y que la hace diferente son cuestiones del azar, o de las particularidades mismas de las secuencias de hechos que son irrepetibles.


4321 me acompañó este 2018 en mi vuelta a Argentina, de la cual me tuve que volver a despedir en julio, una despedida repentina y apurada. 4321 empecé a leerla en Texas, un día antes de viajar a Buenos Aires. Me había leído la Trilogía de Nueva York en el mes de enero, y para febrero pensaba que a ese paso me sería fácil pasar el número 20 del 2017 –conté cada una de las novelas de la trilogía como un libro. Así que 4321 fue la 4ta novela, me parecía perfecto, cuadradito, como esa armonía que se oculta tras el número 6, como corresponde a la fecha del día en que leí la última página del libro en Santo Domingo (23 de agosto de 2018=6). Ese día leí la tan esperada página 866 del libro, que nos lleva de vuelta al número 2 –porque 8+6+6=20), el número de lo relacional.


En la firma que hizo Paul Auster en la Feria del Libro de Buenos Aires, abril 2018. La foto es de Una Gata Fractal, edité a la persona que estaba en el fondo porque así la recordaba viendo fijamente a la cámara, como un ruido de fondo, como todo el resto de la feria, mucho ruido mientras Una Gata me sostenía diciéndome que por más enfermo que estuviera fuera a la firma del escritor que había empezado a leer más en profundidad a principio de año. Recuerdo que Paul vio la edición del libro que yo le entregué y dijo que esa era su edición favorita. La compré en USA.

Llegué a sentir que Paul me estaba prestando a Archie en ese encuentro que tuve con el recuerdo. El recuerdo de la ciudad, de las personas y hasta el recuerdo que dejé de mí al partir de ese país. Ese encuentro no es otro más que el encuentro con los cambios, y eso es lo que te sucede cuando lees cada nuevo capítulo de 4321, mientras empiezas a entrar en las primeras líneas de cada nuevo capítulo una incomodidad placentera se forma en tu cabeza mientras te reajustas a las diferencias, y empiezan a llegar los detalles, las sensaciones de ese Archie en particular, y las complicidades que hacemos como agentes de la lectura con cada relato. En una entrevista en Argentina Paul especificó que la novela no era para ser leída como una especie de Rayuela –brincando y hasta ignorando partes– ni con la disociación posible de 2666 –cada historia como un libro en sí–, sino que estaba hecha para leerse intercalando los mundos, entrando y saliendo, hundiéndonos en emociones y flotando también gracias a ellas. Paul y Archie me facilitaron mis encuentros con todos los cambios vividos en más de dos años de ausencia. Cambios bañados por la crisis, esa palabra con la que expresamos subrepticiamente la contienda visceral que no tiene asidero desde lo sentipensante, porque a pesar de creer que es algo que «se da» desde Estados y Sistemas hacia abajo o hacia adentro, lo que sucede se da entre nosotras las personas, de una a una.


Las crisis son tiempos donde la soledad terrorífico-paranóica se siente con facilidad. Sean crisis sociales o individuales. Habiendo crecido sin hermanas ni hermanos –al igual que Archie–, he sentido toda mi vida que la soledad es absoluta. Y aunque Paul Auster me ha afianzado en esa premisa en otras historias suyas, en 4321 me mostró una soledad que trasciende el dolor y la paranoia. De hecho, hacia las últimas páginas de la novela pude ver cómo la idea-frase de que «LA SOLEDAD ES ABSOLUTA» es tan sólo una verdad momentánea de un tiempo social vaciado de espiritualidad y llenado –en ese sentido de forzado a estarse repleto– de verdades y de mentiras, de palabras grandilocuentes –pero escritas en minúscula– como amor, paz, felicidad, y con palabras más deplorables e igual de incrustadas en nuestro día a día, como gratis, promoción, descuento, barato, fácil, caro, difícil, nación, identidad, yo, soy.


4321 termina y empieza con un chiste. Con un chiste y con una migración. Un chiste que puede ser una burla al lenguaje y los nacionalismos, y a los grandes nombres. Y como final de libro, como todo final, no termina hasta que no hay una sensación que reconoce que ha terminado, y esa sensación da cabida al silencio.


La soledad, luego de terminar de leer 4321, no deja de ser menos absoluta, por el contrario esa cualidad de lo absoluto se filtra tan a fondo en el silencio posterior que la percepción efímera de la soledad pierde la relevancia que tenía antes. Así como pierde relevancia existencial cualquier verdad social enfrentada al absoluto –el tener un título universitario, publicar un libro, leer más de 20 libros al año, entre otras tantas verdades sociales. Relevancia que pierden no por desinterés sino porque al recordar que todas las vidas son vivibles, las cosas en las que te apoyas para darle algún sentido a los días que atraviesas con o sin dinero, con o sin casa, con o sin documentos, con o sin trabajo, con o sin metas, días repletos de pasiones efímeras, esas cosas en las que te apoyas para pensarte no zombie, pasan a ser absorbidas también por lo absoluto. Y cuando todos los detalles de tu vida pasan a formar parte de lo absoluto, algo vuelve todos esos detalles en un gran chiste –quizá por eso Auster inicia y termina 4321 con un chiste– y estalla una carcajada, lo que tiene la potencia de un grito, ahí sabes que el final es siempre otra cosa que empieza, porque se piensa que el final de un chiste es el punchline, esa frase clave y sorpresiva con que acaba, pero un chiste no es un chiste, es decir, un chiste no termina hasta que no sale la risa, y la risa es ya otra cosa que va más allá del final, que suele dar paso a un silencio, y el silencio no es más que todo lo que existe sonando sin necesidad de hacer ningún sentido, pero igual lo tiene, y eso mismo pasa con 4321.


Pequeño anexo astral para entretenerse.


Le saqué la carta a Archie Ferguson porque Paul da todos los datos para hacerlo.



Nace el 03-03-1947 a las 2:07 a.m. y sus nombres tienen en su conjunto el número 7, el del pensador que busca y cuestiona, y le da la vuelta a las ilusiones, el que se encamina más allá de lo que parece el límite. Personas en contacto con lo que piensan, teniendo la mente en un mundo de otros mundos posibles. Muy en estrecha relación con su ascendente en Sagitario -son casi las mismas energías-, y con su nodo norte en Géminis, siempre buscando una misión a través de la conexión y las palabras, pero palabras, energías e ideas capturadas por su Sol en Piscis –palabras mágicas podría decir–, esas conexiones que van más allá de lo inmediato, de lo que está en la palestra, y que se conecta con esa totalidad que somos, ese polvo de estrellas. Mientras tanto, su luna en Cáncer te puede hacer sentir bajo su resguardo mientras las páginas pasan, mientras las 866 o más -dependiendo de la edición- de páginas van quedando a un lado. Con una sensualidad muy marcada por su Venus en un alto grado de Capricornio en la casa 2, que le puede llevar tanto a una obsesión por Amy como a una posibilidad amatoria que vaya más allá de los límites llevándolo a meterse en la plenitud de lo placentero, es decir, no deja de aventurarse, lo que resuena muy bien con Marte en Acuario en su Casa III y con ese Júpiter en Escorpio, que estando en Casa XI se sale de lo netamente sexual para ir a revolcarse junto con su ascendente en todos esos otros aspectos de la vida en los que la sociedad trata de imponerse, pudiendo ir siempre un paso más allá de cualquier verdad, más allá no sólo hacia adelante, chocando contra el límite, sino también –y sobre todo–, evitando chocar, más allá pero por debajo, excavando a lo profundo, o por arriba, envuelto en la magia pisciana. Y con su Saturno en Casa VIII en conjunción con Plutón -ambos planetas en Leo y en retrógrado-, no es para menos encontrarnos con las cuatro figuras paternas de los cuatro Ferguson marcándole un punto de quiebre sobre sí mismo, su identidad, esa que da vida al libro, y que versa a su vez sobre la identidad de Paul Auster quien ha estado haciendo una revisión de su propia infancia y adolescencia desde que empezó a escribir las memorias de su niñez -Report From the Interior publicada en 2013-, donde él mismo se ha sentido expuesto a las fuerzas de lo irrepetible y accidental, pero además, volviendo a Archie y a su Saturno-Plutón siempre en relación al desencuentro con su padre y encontrando en su madre y en sus grupos íntimos un alivio –su luna en Cáncer–, una especie de paz emocional.


 

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