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Dime Quién Eres y Podré Predecir Toda Tu Vida.

  • Writer: Aquilino Rizoma
    Aquilino Rizoma
  • Sep 14, 2018
  • 5 min read

La identidad es algo tan débil que la persona tiene que estar constantemente afirmándola a las demás personas, y en esa afirmación constante se corrobora a ella misma quién es que es.


Foto tomada en El Museo del Voodoo de New Orleans - Otoño 2017

En la presentación de una ponencia en el I Congreso de Teoría Social Latinoamericano escuché a una de las personas que presentaba su trabajo decir que la virilidad le exigía a los hombres ser constantemente elaborada y actuada, lo que impedía que estos se pudieran expresar desde su intimidad personal. Por lo general, cuando encuentro a alguien particularizando un problema más complejo, simplificándolo y haciendo de eso una magnificación, pienso en cuánto de ese rasgo particular de su análisis pone a esa persona en choque con la apropiación de una identidad absoluta a ser asumida, como espera la sociedad.


La cuestión no radica en la virilidad como autoexigencia machista de algún hombre, sino en esa autoexigencia violenta de ajustarse a los lineamientos de lo que cualquier persona aprende a identificar como su identidad. En una estructura social basada en la individualidad, en la competencia, en los beneficios de actuar esa individualidad y esa competencia desde un lugar naturalizado, cualquier identidad aprendida va a tener siempre en tensión a cualquier persona que al escucharse desee permitirse ir más allá de esas posibilidades actitudinales.

La herramienta de supervisión social está en la interiorización de la identidad de cada persona. ¿Cómo una persona sabe que es astronauta? Porque se viste como astronauta, se toma fotos con la ropa de astronauta, le muestra a las demás personas esas fotos y entonces le reconocen como astronauta, pero también porque cumple todo un patrón de reglas y de puntos necesarios para que le permitan tener acceso al uso de esas ropas, a esa identidad. ¿Qué desea una persona cuando desea ser astronauta? Quizá viajar al espacio, ver La Tierra desde el exterior, viajar a otros astros, quizá vestirse como astronauta y decir, soy astronauta; es decir, una persona que desea ser astronauta ansía los privilegios específicos que brinda ser astronauta, pero el ser astronauta no le da la libertad de tener acceso a esos privilegios cuando y como le plazca, porque para gozar de los privilegios de una identidad hay que afianzar todo lo que tiene que ver con esa identidad, que es lo que más tiempo y energía requiere.


Afianzarse en una identidad implica corroborar constantemente con el entorno social esa identidad. Las identidades impuestas y sobrecodificadas son las más sencillas de actuar, ya que en la sociedad se ha naturalizado todo lo que hay que cumplir para acceder a los privilegios correspondientes a esa identidad. Si una persona es Pedro Pérez, esa persona puede disfrutar de ser Pedro Pérez mientras se mantenga cumpliendo con lo esperado y lo determinado para Pedro Pérez.


En esta secuencia de rol esperado y posible acceso a los privilegios hay una violencia inherente a la dinámica de las identidades, porque esas identidades están para ser cumplidas, no son una opción, y el momento en el que alguien relativiza lo absoluto de cualquier identidad sufre las consecuencias de no tener acceso a los privilegios, y de tener que reacomodarse en cualquier nuevo rol que la sociedad tenga determinada para quienes desertan, dependiendo de la forma en la que lo haya hecho la persona. En esos casos en los que Pedro Pérez parece no estar a gusto con Pedro Pérez, ya sea porque no quiere cumplir con lo esperado o porque desea alcanzar otros privilegios, Pedro Pérez tiene las siguientes opciones:

  • O demuestra a través de mucha violencia y sumisión que tiene lo necesario para ser algo distinto a Pedro Pérez, lo que suele resultar en un relato extraordinario de nivel social de cómo alguien logró hacer más de lo que se esperaba de esa persona, y suelen ser historias donde se realza el dolor, la soledad, los traumas y demás características que suelen estar presentes en muchas otras vidas que no son tomadas en cuenta por el relato social, tomando en consideración que se suele ignorar o no comentar cualquier aberración ética y humana cometida para llegar hasta esa nueva identidad, una que debe aprender a ejercer y reafirmar toda su vida;

  • O puede fracasar rotundamente, corroborando en el entramado social que salirse de lo esperado implica el alto riesgo de perderlo todo.

Entonces Pedro Pérez puede o acceder a un grupo de privilegios más exclusivos, y mantenerse ahí reafirmándose en la nueva identidad, o puede perderlo todo, perdiendo incluso el acceso a sus antiguos privilegios. En ambos casos Pedro Pérez deja de ser Pedro Pérez.

Esto, desde nuestra perspectiva, es una mera ilusión. Pedro Pérez no deja de ser Pedro Pérez ni siquiera si se cambia el nombre, porque Pedro Pérez es ese consenso social que ha decidido llamar Pedro Pérez a una encarnación que tiene una potencialidad múltiple y expansiva, que tiene en su marco de decisiones explorarse fuera de la identidad o amarrarse a esa identidad y buscar acceder por los medios socialmente naturalizados a otras formas de ser.

Si Pedro Pérez cree en la identidad impuesta como si fuese más real que su propia existencia, que es lo que suele suceder, entonces Pedro Pérez sólo tiene que decirnos quién es para que cualquiera persona pueda, con un pequeño rango de variación, predecir toda su vida.


Pero Pedro Pérez es Pedro Pérez y no es Pedro Pérez. Cuando Pedro Pérez se ve al espejo puede que solamente vea a lo que el consenso social ha determinado como Pedro Pérez, pero bajo o adentro de esa ilusión consensual está todo lo que queda no es Pedro Pérez en el sentido aprendido, todo eso que pertenece a la Singularidad encarnada que se autopercibe persona con una o dos nacionalidades, con una o dos razas, y etcéteras de atributos que contribuyen cada vez con más exactitud a que esa Singularidad se deleite en la ilusión consensual, por la calidad y exactitud con la que se plantea la literalidad narrada del personaje encarnado.

¿Cuántas veces nos han narrado la historia del Pedro Pérez que intento acceder a privilegios distintos a los que le estaban deparados socialmente y que por suerte al final del suplicio no perdió su identidad sino que aprendió a deleitarse en el lujo de poder disfrutar de eso de lo que su identidad le permite?

No es el punto estar en disgusto o a gusto con quien eres y tu lugar en la sociedad, es que eso que eres va mucho más allá de quién eres y el lugar de esa identidad en la sociedad. Si la psique fuese como plantearon con el psicoanálisis, donde la consciencia es la punta del iceberg y lo que está oculto pertenece a lo inconsciente, pues la identidad sería el iceberg y lo que eres se expande y se entremezcla en la Antártida e infinitamente más allá. Y aunque no es algo que sea necesario de reconocer para vivir, es algo a lo que no se puede tener acceso cuando nos obsesionamos en afirmar que somos un iceberg.


 

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