Alimentación: ¿Variedad y Cantidad?
- Aquilino Rizoma
- Sep 26, 2018
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¿Comer poco y variado? ¿Comer lo que el cuerpo pida? ¿Volver a escuchar a nuestra glándula para saber cuándo parar? ¿Comer frente a la televisión? ¿Comer lo que haya? ¿Comer lo que recomendó el artículo de internet?

Mi relación con la comida fue traumática. Mi madre vivía haciendo dietas que le daban dolores de cabeza y una mala nutrición, mi padre comía golosinas todo el día. En mi casa podía haber almuerzos con carnes, vegetales y frutas o arepa frita con huevo frito y tocineta. La alimentación tenía que ver con el estado de ánimo. Si estabas triste, todo podía ser frito o dulce, si estabas descontenta con tu cuerpo podías castigarlo no dándole nada de lo que pedía, si estabas en un estado tranquilo podías comer lo que comías en casa del abuelo.
Sumarle a esto que sufrí de alergias en la niñez y en la adolescencia implicó dietas supervisadas por especialistas. A diferencia de mi madre yo cumplía las dietas sin problema. Vale destacar que mi madre hacía la comida así que yo sólo me tenía que ocupar en comer, no en pensar qué comer, ni cómo comprar lo que tenía que comer, ni cómo prepararlo en una era sin internet, en fin, todo lo que hace de una alimentación casera algo totalmente incompatible con nuestra cotidianidad.
Creo que gracias a mis alergias mi alimentación fue mejor de lo que pudo haber sido, pero aún así terminé desarrollando candidiasis crónica. Ningún médico me lo cachó hasta que un día me querían cortar el prepucio, yo pensé, contra la cirugía y la actitud del viejo doctor, pensé que había otra opción. Me vi con un médico más joven, me dijo que intentaríamos con cremas y demás. Por cosas de la vida llegué a ver en internet que mi candidiasis, por lo recurrente, podía ser un problema crónico y no momentáneo. El doctor joven me dijo que si no presentaba diabetes, ni una deficiencia grave en el sistema inmunológico que esto era tan poco probable que me recomendaba no tenerlo como opción. Pero después de las cremas la cándida volvió y yo decidí hacer investigación por mi cuenta. Así llegué a Cala Cervera, una nutricionista que me encantó tanto que le escribí un email para ver qué me recomendaba ella, si podía atenderme a distancia o qué, porque era de España. Su respuesta fue muy dulce, me dijo que entendía lo horrible que podía ser el sistema médico ante cosas que no eran del conocimiento mainstream –palabras más palabras menos– y que no tenía a nadie en mi país para remitirme, pero que intentara con alguien que trabajara una medicina holística. Mi psicóloga holística me recomendó a una homeópata. Todas mujeres.
La verdad, salir de la medicina alopático-macho para entrar a la holística de la mano de mujeres poco comunes en mi país natal fue como un mensaje del universo diciéndome que el mundo es mucho más de lo que pareciera. La homeopatía, junto con la psicología humanista, junto con empezar a meditar y a hacer yoga, junto con empezar la primera relación no tóxica y muy enriquecedora de mi vida a nivel de pareja me fueron de compañía y soporte para sacar de mi día a día los síntomas de la candidiasis crónica, pero también lo fue el tener mi primera aproximación consciente a una alimentación saludable.
En ese entonces, en el libro de Cala Cervera, la alimentación llevaba a una persona a dejar las comidas procesadas –de por vida–, dejar la mayoría de las comidas que aportaran altos niveles de azúcares y carbohidratos por el primer período del tratamiento, hacer comidas variadas donde se pudieran obtener la mayor cantidad y variabilidad de nutrientes posibles –todo lo que la cándida había podido haber devastado en el organismo–, y reajustando los ritmos de las comidas –desayuno, merienda, almuerzo, merienda, cena; todo en dosis proporcionadas, comiendo según el cuerpo lo pidiera–.
Con el tiempo tuve una recaída muy fuerte de un brote de cándida luego de haber dejado la alimentación saludable por mucho tiempo debido a razones económicas principalmente. Cuando la retomé, para curar el nuevo brote, ahora el mundo estaba intentando salir del daño de los pesticidas y de los antibióticos en las carnes y de los químicos en el mar, y de las hormonas de crecimiento y de la desnutrición de los vegetales y los granos en los tratamientos genéticos. Fue mucho más complicado seguir una alimentación saludable. Mucho más caro también. Pero además hubo otros cambios que me llamaron la atención, y que vinieron a la vida de Cala Cervera por eventos azarosos y no por un riguroso estudio.
Cala Cervera se mudó a un campo. En ese campo confirmó la importancia de los alimentos libres de pesticidas, de antibióticos, y de otros tratamientos científicos. Además, empezó a hacer énfasis en que el cuerpo necesita comer lo que hay en estación, no lo que viene de otros lugares, porque hay cosas del clima, hay cosas de la tierra, que están en juego con la salud. Por otro lado, la porción de las comidas es un dato importante, hay que comer hasta un 70% de sensación de satisfacción, es decir, mientras se va comiendo hay que ir sintiendo el organismo, por lo que no se puede llevar una alimentación saludable comiendo frente al televisor.
En esta segunda sanación llegué también a Michael Pollan. Una de las cosas primordiales que él recomienda es la energía de la que se carga la comida cuando se cocina en un ambiente íntimo. No sé bien cómo decirlo, pero cocinar en conjunto y comer en conjunto disfrutando de la comida es lo más recomendable. En mi caso podía cocinar solo, disfrutando mi experimentación con la comida, y podía comer leyendo algo, a veces viendo un documental sobre la naturaleza, o escuchando entrevistas de escritores y escritoras.
Entonces, ¿Cuánto comer? Hasta sentir un 70% de satisfacción. ¿Qué comer? Preferiblemente lo que haya de estación en tu localidad, sin químicos ni intervenciones científicas. De mi experiencia personal llegué a pensar que comer algo era mejor que no comer nada, aunque he averiguado sobre el fasting en ciertas tradiciones culturales, viendo los beneficios de este sistema, así también como he indagado en las personas que se alimentan de la energía del prana, pero aún no he llegado a desprenderme del placer del paladar. Pero la verdad, no comer por injusticia social está entre las peores experiencias que puede vivir una persona, así que a menos que el fasting sea una decisión consciente y una elección tomada, poder comer es imprescindible para pensar una alimentación saludable.
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