Sueño 11.09.2018
- Aquilino Rizoma
- Sep 11, 2018
- 3 min read
Título: Soy las otras voces.

Me como un helado que está lleno de cabellos. Después de la segunda vez de sacar un cabello largo del helado me dije que no debía tener más, que ya lo peor había pasado, así que podía seguir comiendo; pero siguieron saliendo cada vez más y más cabellos. Eran largos, cortos, estaban enmarañados, eran de distintos colores, a veces los sentía al tomar una porción con la cuchara pequeña, a veces me los sacaba de la boca. El helado lo comía por una razón: estaba triste y quería sentirme mejor. Estaba triste porque el mundo había mostrado su cara más hermosa durante muchos años de mi vida, y ahora me mostraba su cara más espantosa, y no sabía cuántos años esto iba a durar. En ese rostro horrible del mundo todas las caras que había conocido de una manera se empezaron a transformar. Si las veía fijamente podía notar los cambios detalle por detalle. Ciertos rasgos se hacían más profundos, más tensos o desproporcionados. Me senté a comer helado con alguien con quien me sentía cómodo en el sueño compartiendo los alivios de tristeza. En un momento esa persona me confiesa, mientras estoy sacando un cabello del helado, que se ha estado obligando a estar conmigo como lo venimos haciendo. Quiere un nuevo arreglo, en ese arreglo mete a una persona que ha estado apareciendo en el sueño y que me genera mucho asco. Me dice que no podemos tocarnos sin que esa persona esté presente. Me sobresaturo, dejo todo y me voy de la heladería al cuarto que compartimos. En el cuarto descubro que todos mis papeles legales, partida de nacimiento, certificados académicos, todo está mojado. Le cayó un agua encima de algo que se había estado botando, una botella mal cerrada. Mis cuadernos de escritura están bien, fueron sólo los documentos. Cuando estoy por gritar y llorar entra la persona con la que compartía antes. No me pregunta qué me pasa, empieza a hablar de la otra persona y me pelea por eso. Me transformo en un energúmeno y grito. Le grito una palabra y sé que es ya demasiado. Cállate, le grité. A ella parece importarle menos que a mí el grito. Pero otra persona ha escuchado el grito. Durante el silencio posterior al grito nos percatamos de la presencia de una cuarta persona en el sueño, que escuchó ese grito. Entonces el grito se convirtió en algo más. O quizá tomó la carga de lo que en realidad fue. La cuestión es que ante otra presencia, ante otras voces posibles, la presencia de otras voces o silencios a los que no está dirigido un grito hacen que el grito pierda su contundencia al mismo tiempo que se magnifica, y al mismo tiempo se ridiculiza todo lo que dio cabida al grito. Como si un grito fuese una intimidad. Una intimidad de mierda. La intimidad que se muestra junto con el rostro horrible que el mundo me venía mostrando. Las otras voces recuerdan que cuando le haces daño a otras personas te haces daño a ti, y cuando te haces daño a ti le haces daño a otras personas también.
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